El Proyecto



RESPONSABLES DEL PROYECTO:

Ayuntamiento de Gátova
Arqueólogos: Josep Maria Burriel y Juan José Ruiz
Arquitecto: Tirso Ávila

El Torrejón de Gátova se localiza en un sitio muy estratégico del territorio edetano, en el corazón de la Sierra Calderona. Se encuentra relativamente próximo al Tossal de Sant Miquel o Edeta, a 19 km, y bien comunicado con él. Prueba de ello son los diversos caminos ibéricos que se dirigen del Camp de Turia al Alto Palancia por Gátova. Ello nos hace sospechar que El Torrejón pudo estar bajo su influencia y dominio, al igual que ocurre con el Puntal dels Llops de Olocau y otros yacimientos del Camp de Turia. No se descartan, sin embargo, otras relaciones socio políticas con ciudades próximas, como Segorbe.

Gracias a la limpieza y desbroce del cerrito sabemos que El Torrejón de Gátova se extiende aproximadamente sobre unos 3.000 metros cuadrados. Se trata de una superficie con forma de elipse orientada Norte-Sur, cuyo eje mayor será de casi 100 metros por unos 30 metros de eje menor. Su cronología, es decir, el tiempo en que El Torrejón estuvo habitado, va como mínimo del siglo IV al II a.C. Estas cuestiones se confirmarán en un futuro.

La primera campaña de excavaciones arqueológicas y de consolidación arquitectónica se ha desarrollado entre febrero y abril de 2015, bajo la denominación "I Fase del Proyecto de Intervención Arqueológica en el Yacimiento Ibérico de El Torrejón". Se trata de una subvención de la Diputación de Valencia, por valor de 25.000 euros, gracias a la cual se ha podido contratar a seis trabajadores desempleados del municipio. En estos meses se ha dejado al descubierto una pequeña área de 150 metros cuadrados en el sector sur del poblado, una pequeñísima parte del yacimiento. Esta superficie, a pesar de ser pequeña, es de gran interés. Se corresponde con una gran torre rectangular de 9 por 6 metros de lado por unos 3 metros y medio de altura conservada. Esta torre debía flanquear la puerta principal a la aldea y su gran monumentalidad simboliza el poder y riqueza del poblado. La torre que da nombre al yacimiento ha conservado suficientes indicios materiales como para poder plantear una hipótesis de cómo se estructuraba. Su relativa buena conservación nos permite saber que a la planta baja de la torre, a 3 metros de altura, se accedía por el lado norte. Además, ésta debió tener un forjado que sustentaba una primera planta, a la que se accedía a través de una escalera interior mueble. En esta primera planta, a unos 6 metros y medio de altura, hay que sumar un muro de coronación almenado de un metro y medio. Desde él se controlaban los caminos que transitaban por el entorno de El Torrejón y se defendía la puerta de acceso. Del poblado, de su organización urbanística interna, no tenemos apenas datos. Por ahora suponemos que en el interior de la aldea habría varías calles, algunas casas e incluso algún edificio público, a juzgar por los muros que se observan a flor de tierra en el sector norte. Por último, deducimos que el núcleo habitado debió de estar delimitado por una muralla perimetral. Sólo las futuras intervenciones arqueológicas permitirán definir estos aspectos con precisión.

Otros datos de interés que ha proporcionado la primera intervención arqueológica son los relacionados con la cultura material. Sabemos que los artefactos encontrados fuera del hábitat de El Torrejón no difieren mucho de lo conocido en otros yacimientos del entorno: El Puntal dels Llops de Olocau, el Castellet de Bernabé o el Tossal de Sant Miquel  de Llíria, entre otros. Las formas cerámicas documentadas están en proceso de estudio, inventario y restauración. Son muy variadas, pero destacan por su abundancia los fragmentos de ánforas, tinajas y tinajillas. Otros tipos hallados son los platos y las colmenas. Para beber se servían de vasos cerámicos de pasta negra o beige, los mismos vasos que encontramos como ofrenda votiva en las cuevas santuario.

Otro aspecto importante es que se han podido identificar evidencias de comercio o intercambio de productos por la presencia de cerámica importada. Se trata de cerámica griega del siglo cuarto antes de Cristo procedente de la Ática y ánforas itálicas cargadas de vino que traen los romanos, procedentes de la zona de Nápoles.

Como colofón a la primera campaña de excavación se han efectuado trabajos de consolidación arquitectónica. Las actuaciones se concentraron  en la esquina este, que presentaba mayor inestabilidad y deficiencias constructivas respecto a las otras. La actuación se ha centrado en la restitución de algunos de los grandes sillares que conformaban esta esquina, de los que sólo quedaba el de la base. Tras consolidar y dotar de mejores condiciones al conjunto de la torre, se propuso restituir los rejuntados,  retacando con ripio y morteros de barro las juntas entre sillares.

Es acertado centrar los trabajos en este punto, no solo por estar indicado para la mejor conservación. También su consolidación nos ha permitido, reencontrar su rotunda volumetría, que se hace reconocible desde la distancia.  

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